Tabasco lugar de Pochó, el dios maligno

Tabasco…

Lugar de selva exuberante, al ser una mezcla entre diversas civilizaciones prehispánicas que viven en el folklore de las danzas, cantos, representaciones y cultos, de cada población tabasqueña que muestra la fusión de culturas diversas y que dieron lugar a una cultura nueva presente en cada celebración, con sus máscaras coloridas, bordados y artesanía expresiva, sin duda es una de las cunas de inspiración del arte.

Y como muestra de lo anterior es la danza del Pochó, una tradición del municipio de Tenosique, al sureste del estado.

Danza de tradición prehispánica que en maya significa «algo que no se ve», que es finalmente el mal.

La Danza del Pochó representa la lucha del hombre, buscando su purificación, a través de la guerra entre el bien y el mal, ¿te suena?

Esta danza tiene tres personajes fundamentales, que es el cojó (hombre), Pochoveras (doncellas) y el tigrito. Parte importante juegan también el pitero y el cajero. El primer pitero que tuvo Tenosique, fue el señor Serapio Ken, quien formaba varios personajes para que interpretaran este carrizo, que es muy peculiar: es un carrizo de aproximadamente 40 centímetros de largo y dos orificios únicos, una embocadura que lleva cera de abeja real, con un oleoducto o una pluma de pavo para pitar.

Esta obra muestra que los hombres (Cojoes) son criaturas superiores de la naturaleza, a quienes los dioses han depositado rasgos positivos y negativos, el dios maligno llamado Pochó, desea la destrucción de los hombres y envía a los tigres para eliminarlos, en varios combates salen victoriosos los Cojoes, pero en otros los tigres.

El grupo de Pochoveras actúa ambiguamente, primero con los Cojoes y luego con los Tigres.

Los tres grupos deciden finalmente «recoger sus pasos», es decir descansar su vida de actos reprobables y destruir, a la vez, al dios Pochó, lo cual se simboliza con el recurso de quitarse la máscara en el mismo sitio donde se la pusieron, donde había absorbido sus rasgos negativos, con la opción de volver a empezar.

Tabasco es también lugar de pejelagarto, ese delicioso pez que se degusta con arroz y ensalada, que es ya de fama mundial, aunque no sé si todavía de «buena fama» gracias a cierto personaje ¡pochesco!

Tabasco es cálido y muy húmedo, lleno de colores en sus frutas, aves y bordados de trajes típicos que llevan, de vez en cuando, bellezas nativas en concursos, recorriendo el mundo mostrando con orgullo su casta tan triste por estos tiempos.

La creatividad tabasqueña buena es inolvidable, tan llena de entusiasmo que muestra de golpe al estado de un colorido fluorescente, estridente, que difícilmente se empaña, aún con tragedias que los han dejado limpios de cosas materiales, enseñanzas de la naturaleza que exije su espacio.

Aventurarse en Tabasco es básico porque abrir la puerta de entrada al mundo maya, la esmeralda olmeca del sureste, como le llaman, es ser aventurero. ¡Vale la pena lanzarse a rappel!

Y en la ruta ecológica de aventura, canopy y kayak en medio de la selva espesa es ideal para la exploración, de pueblos mágicos, donde se dice hay aguas termales con poderes curativos… por si se requiere.

Lugar de ceibas y de lagunas, pantanos y manglares, de reflexión y encuentro.

Exuberante su vegetación, como la belleza de su gente y la originalidad de su comida. De jaguares, y orquídeas exóticas y de plantas aún desconocidas que pueden ser muy venenosas.

La casa del agua es sin duda un lugar poético e inolvidable. De versos, como la ruta del cacao, en plantíos de haciendas donde se rescata el cacao criollo, considerado manjar de los Dioses… ¡de los Dioses buenos!

Relajarse es posible, en el útero de la madre tierra, representada en el Temascal, casi obligación nacional y también la oportunidad de luchar contra el dios Pochó y retomar el camino… digo, ¡si se quiere!