
La imagen de Los Cabos con sus paisajes áridos y costas doradas se mezcla con una sensación de libertad que solo se puede experimentar al recorrer sus caminos, ya sea a caballo, en cuatrimoto o en la tranquila compañía de un camello. Pero hay algo que me hace pensar que, a veces, la belleza más pura de este lugar solo puede vivirse con los pies en la tierra, respirando el aire del desierto y dejando que la naturaleza me guíe.
Mi primer encuentro hoy fue con los camellos, seres que, con su andar pausado, parecían contar historias del pasado. Desde el momento en que subí al transporte que nos recogió a tiempo, el viaje comenzó a tomar un aire diferente. Al llegar a Cactus Tours, el calor veraniego del desierto se sentía como un abrazo cálido y seco, mientras un guía bilingüe me condujo a través de un pequeño safari, desnudando ante mis ojos los rincones más secretos del desierto de Baja California Sur. Entre las sombras de los cactus gigantes, mi mirada se perdió hasta llegar al santuario de camellos, donde estos animales, rescatados y cuidados con esmero, me esperaban. No solo fui testigo de su majestuosidad, sino que subí a uno de ellos para recorrer la playa, un recorrido donde la inmensidad del océano y el rugir de las olas parecían fundirse con el ritmo lento pero firme de mi camello. En esos momentos, el tiempo se detenía, y la sensación de estar en un lugar tan salvaje, tan puro, me conmovió. Mientras caminábamos por la costa, no pude evitar imaginar que, en el invierno, las ballenas jorobadas podían estar nadando justo frente a mí.
El siguiente paso en mi viaje fue un paseo a caballo. Algo en el silencio del desierto invita a la introspección, y al subir al caballo, sentí cómo la conexión entre animal, tierra y yo comenzaba a ser casi mágica. El suelo duro y cálido bajo mis botas, el viento que acariciaba mi rostro, y las vistas infinitas del desierto me hacían sentir más presente que nunca. De repente, el trote del caballo y la sensación de estar completamente en sintonía con el paisaje me llenaron de una paz que no sabía que hoy buscaba. Cada paso parecía llevarme a un lugar más profundo de la tierra, y las olas del mar a lo lejos me recordaban que la costa nunca está lejos, siempre ahí, visible en el horizonte.
Finalmente, la adrenalina me encontró con el rugir de los motores. Subí a la cuatrimoto, y la sensación fue inmediata: el desierto se transformó en un territorio a conquistar, una serie de senderos entre cactus y formaciones rocosas que invitaban a dejarse llevar por la velocidad. Al principio, el viento me azotaba el rostro, pero a medida que recorría esos caminos tan misteriosos, comencé a perderme en el paisaje: las dunas doradas, la inmensidad del cielo despejado y el profundo silencio que solo se rompía por el sonido de las ruedas sobre la tierra. Fue el toque de aventura que necesitaba, una dosis de energía que cerró el círculo perfecto de un día que me recordo que siempre hay que aventurarse para luego volver a empezar.
Cada una de estas actividades en Cactus Tours me dio algo que va más allá de la simple excursión: me regalaron una conexión profunda con el lugar, con la tierra y sus criaturas, con el paisaje y el peligro que lo envuelve. Cactus Tours no es solo una actividad para turistas; es una invitación a redescubrir la grandeza de Los Cabos desde una perspectiva diferente. Si eres residente o visitante, no puedes dejar pasar esta oportunidad. Cactus Tours es, sin duda, un viaje que transforma, una experiencia que dejará una huella imborrable en tu memoria. ¡Imperdible!