Parte III. «It’s Time for Love»

Escucha esta melodía al este del Edén…
Japón, cuyo significado es «el origen del sol», es un archipiélago conformado por 6,852 islas, un universo delicado y ritual, el mundo de la flor y el sauce, cuya ave emblemática es la gaviota reidora.
Situado en las largas coordenadas 35°41’22» N, 139°41’30» E (35.68944,139.69167), Japón posee una formidable posición geográfica circular orientada hacia el mar, con altitudes semejantes a las del continente norteamericano.
Cuando los cerezos suaves y rosados anuncian la llegada de la primavera, todo Japón se viste de gala. El festival florece entre artes escénicas, ofrendas de arroz y semillas para augurar una buena cosecha, de las cuales guardé tres en mi memoria.
La isla nipona se levanta como una potencia mundial, cuna de filosofías de vida como la «Calidad Total».
Tokio, su capital, nos une en un abrazo singular: ancestral en sus tradiciones y audazmente contemporánea en sus contrastes. Ritual y aroma a Miyakei, incienso, modernidad y la resistencia de los más valientes frente a ella, Tokio es exótica en toda la extensión de la palabra; sensual, minimal, un reflejo en vivo de su exquisita jardinería zen.
A principios del siglo XX, las victorias en la guerra ruso-japonesa y en la Primera Guerra Mundial permitieron a Japón expandir su imperio y consolidar su poderío militar. Sin embargo, los conflictos culminaron en 1945 con el devastador bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki. Desde 1947, bajo una constitución revisada, Japón tiene una estructura política encabezada por un emperador y un primer ministro.
Tokio, corazón urbano, alberga la mayor área metropolitana del planeta.
Suena la canción «(Tapping) The Source».
Frente a Japón sobrevive el Mar del mismo nombre, vecino de China, Corea del Norte, Corea del Sur y Rusia.
Este estado insular de Asia Oriental guarda distritos llamados Karyukai, lugares dedicados al disfrute de los placeres estéticos, hogar y dominio de las legendarias geishas. Ellas revisten de vida los eventos primaverales, deleitando incluso a visitantes ilustres como la Reina Isabel de Inglaterra y su Duque.
Es precisamente en abril cuando el festival «Miyako Odori» vibra a lo largo de la ciudad, recordando la importancia de mantener vivas las tradiciones.
Por el delicado sendero del té, descubrimos la sublime ceremonia nipona: intrincado ritual de movimientos simbólicos, descanso del alma y celebración de objetos artesanales que emergen con esmero para esa ocasión especial.
«La Rue»
Regreso al distrito de Gion Kobu…
Cuenta Masako que, en ocasiones, se siente como todos, rodeada de rivales debido al alto nivel de exigencia y competencia. Las geishas son rigurosas en su productividad, preparándose incansablemente para entretener y fascinar a mandatarios y líderes internacionales con gracia sutil y maestría política.
En la década de 1970 Japón emergió decididamente como potencia mundial. La representación más fina de su cultura reside en las danzantes vestidas con kimonos de seda natural, cuyos bordados narran historias y sueños. Sus tocados, auténticas obras de arte, complementan con entusiasmo y rigor cada presentación.
Dicen las Mineko, recordando viejos dichos populares, que «el samurái no se amilana ante nada, ni siquiera frente al hambre, pues el honor está por encima de todo», consejo sabio que no estaría de más que ciertos líderes actuales grabaran en su memoria.
«Expo en Tokio»
Imperdible, el Festival de Gion ocurre cada verano, tan místico y surrealista como los rituales mexicanos. Su peregrinaje silencioso, tradición milenaria, convoca el 17 de julio a las deidades locales mediante ofrendas sagradas llamadas «omikoshi», cargadas simbólicamente con la energía espiritual y solar.
La tradición dicta que realizar este peregrinaje por tres años consecutivos asegura que tus plegarias asciendan hasta el cielo, sin mirar hacia arriba ni contarle a nadie. Porque discreción y sencillez son valores máximos del pueblo japonés, junto a su impecable tolerancia cero frente al crimen, práctica que lentamente el mundo adopta también.
Volvamos entonces a Gion Kobu, ese rincón nipón encumbrado como el templo de Asakusa, pero del placer y la diplomacia. Lugar de recepciones de Estado y misiones secretas, donde las geishas, mujeres protagonistas, preparan ceremonias sofisticadas y diplomáticas recibiendo obsequios magníficos. Cuentan que, entre otros, el presidente Gerald Ford asistía ahí a beber sake, conversando con precisión casi robótica sobre política internacional, cultura y amor.
En este último año, Japón ha sorprendido al mundo con la apertura del espectacular edificio Toranomon-Azabudai, en el corazón de Tokio, considerado uno de los complejos urbanos más innovadores del planeta. Este proyecto, que mezcla jardines verticales con la arquitectura más avanzada, alberga el recién inaugurado Aman Tokyo Residences, que ofrece vistas panorámicas de 360 grados de la ciudad. Se trata de una síntesis perfecta entre naturaleza y futurismo, atrayendo visitantes que buscan descubrir la esencia más pura de un Japón visionario y sostenible.
¡Imperdible Japón!
Música de fondo: Air Flow Tokio