Paris, recinto de Octavio Paz

Foto: Rubenc

Paris, Francia fue hogar y refugio del gran poeta e intelectual mexicano Octavio Paz, a quien celebro en estas letras.

«Navega, sin ser nunca sumergido» es su lema…

Francia, elegida como un recinto que protege baluartes humanos que generan la riqueza del pensamiento y la cultura, le dio espacio y ambiente adecuado para escribir con verdad sobre México, el resultado: una obra maestra trascendental.

París, en la región Isla de Francia,  de la la «Luttetia Parissi» una diosa.

Recorramos las rutas favoritas a pasear de Octavio Paz que eran diversas, disfrutaba perderse entre el murmullo urbano de la mañana al cafetín, al escribir. Algo solitario quizás para no ser malinfluenciado. Sabio.

Montmartre, como su área favorita se mantiene preservada dentro de un pequeño circuito o pueblito que tiene todo lo que necesitas si lo que te late son los libros, conocer personas inteligentes, y comer.

Para Octavio hombre, la iglesia de la Madeleine era un sitio exacto.

A saber que en París jamás se está solo porque quienes afirman que es una ciudad difícil olvidan que es el clima perfecto para el pensamiento, para amar al nivel de México en latitud del corazón.

L’Amour Poema

El clima en París es lejos del miedo -también el político- sin frío y un sol que hemos traído a cuesta desde México, clima solo algo vulnerable a la mentira.

Fuera de la ruta, Octavio Paz disfrutaba de la Bourgoñe, su sabores, de sus vinos, de su hospitalidad, su silencio, su libertad.

El taxi que nos lleva a uno de los sitios más antiguos del mundo no es común, más bien parece detectivesco, maneja un inmigrante recien llegado de África, nos da un tour por el famoso «Puente del Alma» donde murió la Reina de Corazones Diana de Gales, luego  de algún «baño de pueblo» por un barrio muy pobre y marginado, tarda un poco en subir, con el ánimo, pues de mostrarme esta zona que está lejos y puede parecer a veces un laberinto difícil de acceder, seguro una situación que hubiera inspirado al escritor a varios poemas y ensayos sobre la muerte, el asesinato y la crueldad. Por una corona de diamantes, manchados y rojos quizá.

«Te deseo… Te sueño»

Otro paseo que Octavio, platicador, disfrutaba era el surrealista, iniciando en el antiguo café Cyrano al que la crisis económica destruyo, recorriendo un total de 400 kilómetros aproximadamente andando.

El Museo de la Orangerie, su favorito… un caos que alimenta a 130 metros sobre el nivel del mar.

La embajada de México en Longchamp donde trabajo como diplomático en los años 40 y hasta el 51, tiempo en el que escribió El Laberinto de la Soledad, un bendecido.

Y miro crecer mi amor… cuando me observo sobre las callejuelas donde han ganado terreno las motos Vespas pues sobre el adoquín y su estrechez es difícil pasar. Esta zona bohemia me recibe en un caos preservado y sutil sobre Abesses.

Octavio poeta visitaba el hotel Port-Royal, donde se dice que se confesó ante Marie José Tramini para hacerla el amor de su vida, luego de perderla de vista en la India y no dejarla nunca más.

El Hotel des Éstats Unis hoy desaparecido, era para el encuentro con otros poetas porque en el área del bar por las tardes montaban la tertulia con escritores latinoamericanos.

La Antigua casa de Andrés Bretón era un lugar común para  reunirse con amigos.

El caffé de Angleterre donde escribió el poema «Noche en claro»

El parque Montsouris, donde compartía caminatas y gustaba  de comer.

De vez  en vez visitaba con Marie, su mujer Francesa,  el mercado de las pulgas, quizá para ver un poco de antropología. El poeta visitaba el teatro  popular Moulin Rouge, un imperdible…

Inspiración que reflejaba al escribir sobre una de sus estancias en Estados Unidos:

“Al iniciar mi vida en Los Estados Unidos residí algún tiempo en Los Ángeles, cuidad habitada por mas de de un millón de personas de origen mexicano. A primera vista sorprende al viajero – además de la pureza del cielo y de la fealdad de las dispersas y ostentosas construcciones- la atmosfera vagamente mexicana de la ciudad, imposible de apresar con palabras o conceptos. Está mexicanidad- gusto por los adornos, descuido y fausto, negligencia, pasión y reserva- flota en el aire. Y digo que flota porque no se mezcla ni se funde con el otro mundo, el mundo norteamericano, hecho de precisionón y eficacia,. Flota, pero no se opone; se balancea, impulsada por el viento, a veces desgarrada como una nube, otras erguida como un cohete que asciende. Se arrastra, se pliega, se expande, se contrae, duerme o sueña, hermosura harapienta. Flota: no acaba de ser, no acaba de desaparecer”.

«Si tú me dices ven lo dejo todo…» Cantan Los Panchos en una antigua tienda de Champagne para el aperitivo en el centro de París, justo cuando se celebra la fiesta del vino, una celebración por la buena cosecha por los locales de Francia; una razón imperdible para venir por el EuroStar como fue mi primera visita desde Londres en mis 20.

Vamos a la La Sorbona como su inspiración, donde fue su primer encuentro con Albert Camus, el Hombre.

Escuchamos de fondo a pie de calle el acordeón de Estefan.

Aun así subimos al monte cual mexicanos que han pasado por las más difíciles y disfrutamos hasta de la terraza y el carrusel de caballos.

Mientras disfrutamos de locales llenos de vida como las fruterías exquisitas, queserías, sobrevivientes hoy con inmigrantes prósperos que se integran y aman Francia… pollerías, florerías y hasta oficinas postales y librerías felices ¡aunque pequeñas!  Ah! Y Gelatos italianos nos dejaron la enorme sonrisa de por medio con sorbete de mango y limones…

Montmartre sin duda es el alma «anciane» de la joven Francia de las luces, si la sabes ver, y valorar. La Paris perfecta y mortal, y recorde  a  otro poeta popular estando aquí: «nos morimos amor, y escribirnos, y hablarnos y morirnos» Jaime Sabines. Merci!