Berna, Sinfonía Suiza
Ven…
Berna, o Bern, se encuentra a una latitud de 540 m.s.n.m. Su lengua es el dialecto bernés del alemán suizo. Está rodeada por el río Aar. Berna es la capital de Suiza y es sede del gobierno central y de su Banco Nacional.
Al fondo se escucha el Concierto para piano y orquesta No. 1, Opus 23, en alto poder… Tchaikovsky es. Ovación de pie…
La autopista E 25 nos guía desde Breirenrain-Lorraine por la carretera Uno. Berna es una provincia inspirada en la etimología tomada del nombre del oso: Bär. La atracción principal es el Reloj Zytglogge y, obviamente, sus osos en parques protegidos. Se trata de un pueblo que vive en la realidad, caminando al ritmo de las manecillas del reloj, y recuerda el carácter de la ciudad: calculadora y exacta. Allí, las estadísticas puras y encuestas cuentan para la gobernanza.
Dice la leyenda, que nos cuentan en la tienda de té, que aquí un caballero malvado negó pan a una mujer pobre (lo que equivale también a negar medicinas a los enfermos en hospitales -pensé-) y así fue transformado en piedra, al desatender los ruegos de ella. Habrá sido una prueba o tan solo una sugerencia. Otro caballero fue enterrado vivo por un desprendimiento de rocas por la misma razón, quedando su alma en pena. Es metáfora compuesta.
Ven, te enseñaré…
El hermoso casco antiguo es patrimonio universal de la UNESCO y es tan famoso como su queso Emmental, una imagen gastronómica a preservar. Bern convive con la cordillera del Jura de frente y conserva el patrimonio arquitectónico de panaderías reliquia en la región. ¡Un paraíso para mí!
Fueron sus fundadores los duques de Zaringuia del siglo XII. Adquirió así poder político y su primera colonización se remonta a la época prerromana. Un hallazgo es que Bern cuenta con uno de los paseos de pabellones encerrados o “lauben” para las compras sin frío. Son los más largos de Europa, donde adquirir joyería es la opción.
Su aire medieval y singular se disfruta desde el jardín de las rosas, con una vista espectacular y vino caliente que equilibra los sentidos, y que sin complejos todos beben, siendo motor de todo tipo, como el económico.
Hace frío…
Los chocolates son un emblema, como su pan bautismal original, con la típica cruz que lo atraviesa. Icónico… porque este pan souvenir imperdible es el que representa la rueda de la vida que celebra el nacimiento de un hijo y su bautismo.
La trenza bernesa es creación de los panaderos helvéticos desde el año 1430. Dicen que aquí los celtas hacían panes en la época precristiana, cuando se hacían efigies para sus dioses y así dotarse de fuerzas divinas. Obras en formas trenzadas a base de trigo, cubiertas de chocolate para el domingo.
Es el famoso Appenzell tradicional, que se lleva el Oscar por sus caracoles de primavera, compuesta con la felicidad del nuevo sol. Dice el chef de las cuatro estaciones que es el pan de diciembre con el que celebran los panaderos y pasteleros el día de San Nicolás, haciendo figuras de muñecos que, en realidad, representan a sus regiones, respetadas y visitadas por todos en días de festejo.
Sitio del trigo, porque en casi ningún otro lugar existen tantos tipos de pan como en Suiza, con casi 300 panes distintos y una experiencia de 6,000 años. Un festín. A saber que Suiza es el depósito acuífero de Europa a proteger, mientras los banqueros locales ponen más atención en las monedas. Simplemente, tres de los principales ríos nacen aquí: el Rin, el Inn y el Ródano, y alimentan a tres mares distintos: el Mar del Norte, el Mar Negro y el Mediterráneo. Ninguno de ellos con nombre de enemigo invasor. ¡Algo extraordinario!
Berna: puerta a los Alpes, en el centro de Suiza, donde se encuentra lo más “pro”. Calles de piedra con callejones medievales a recorrer, sin perder el asombro y la reflexión entre lo bello y lo bueno, lo malo y lo grotesco.
Su Catedral de estilo gótico es la obra sacra por excelencia. Fue terminada en 1475 y es la obra iconográfica medieval más importante del periodo tardío. La atracción principal de Bern es la obra del juicio final, una representación dentro de la catedral con un paisaje de la moral y el apocalipsis; que se respira por toda la ciudad con un aire clérigo medieval que, según los estudios de la época, evocan un juicio final.
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